
La miel es un edulcorante natural y a las bacterias les encanta el azúcar. Pero la miel es notablemente resistente a la descomposición.
¿Qué hay detrás de su capacidad para combatir a los microorganismos?
La mayoría de las delicias en frascos tienen una vida útil limitada y pueden desarrollar una exuberante cosecha de moho o una próspera colonia de bacterias. Pero hay ciertos alimentos con una peculiar habilidad de permanencia, capaces de mantenerse comestibles durante años.
La miel es una de estas sustancias mágicas. En un ambiente sellado, aunque esta sustancia dorada puede cristalizar, volviéndose espesa y grumosa, no se estropea. Esta persistente capacidad para resistir descomponerse se debe a la composición química de la miel y a su proceso de elaboración.